La paso mal. La he pasado mal. Me tuve que salir de clase
de mercadotecnia (para colmo mercadotecnia) porque no concuerdo en varios
puntos con esa rama de estudio. Yo de ninguna manera voy a la universidad a
dibujar payasos para que intenten descifrar mi personalidad usando la mayor
cantidad de palabras que se encuentran en un diccionario Larousse como el que
descansa a diario sobre mi buró colocado al lado derecho de mi cama. Mucho menos
asisto a clases para llamarles Perras Guardianes a las secretarias,
recepcionistas o asistentes; que además se generaliza que son mujeres. Y por lo
menos estos últimos días le he tenido mucho miedo a esa especie natural y
bella: mujer. ¿Me leo muy romántico o muy cobarde? Me encuentro en un estado de
abandono, según dice mi tarotista, la cual no conozco pero que me dio consulta
a través de la novela que estoy leyendo (París D.F de Roberto Wong). Ese estado
me ha obligado a hastiarme de la mencionada clase. Me obligó también a darme
cuenta que la mayoría de mis compañeros no son estudiantes, sino secretarias en
potencia (no utilizaré el término mercadológico para referirme a ellos) porque apuntan todo lo que
los profesores colocan en diapositivas, tal cual son presentadas. Si hay un
dibujo, lo dibujan; si hay un diagrama, lo diagraman; si hay un mal acento, no
lo corrigen. Me percato que mis cuadernos están vacíos, ocupo la mitad de uno
para todo el semestre de siete clases a la semana mientras los demás cuadernos poseen
tinta rosa y azul entre sus almas y engordan cada día más como mis amigos (los saludo).
Descubrí que las cátedras académicas me gustan más que los trabajos en equipo,
a diferencia de las secretarias en potencia que prefieren que el profesor
explique las diapositivas y deje ejercicios para resolverlos en conjunto, ¿pues
qué voy en secundaria o qué? ¡Un desastre! ¿Hay algún significado
proporcionalmente inverso al gusto por las cátedras con la estupidez? Me la he
pasado mal estos días por esas razones que me atrevo a expresar por este medio
y agrego una frase más a mi registro: a veces se escribe por vergüenza.
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