Muchos años para mi corta experiencia he visto fútbol, he
jugado fútbol, he entrenado y hasta he vivido fútbol. También me he enterado de
partidos arreglados, de mundiales arreglados e incluso he visto fraudes
disfrazados dentro de la cancha, pero ninguno tan evidente como el de la
semifinal de la Copa Oro entre México y Panamá.
No pude ocultar mi felicidad ni mi risa de sorpresa
cuando un hombrecillo de verde señalaba con la mano al punto penal a favor de
México en el último minuto del partido. Me bastó un segundo para comprender lo
que sucedía y la única frase que pude decir fue: “no cabe duda que CONCACAF quiere
que México gane la Copa Oro”.
En cuartos de final pasó lo mismo; el árbitro marcó un
penal dudoso en el último minuto del encuentro favoreciendo al equipo mexicano.
No importaba que tan bien hayan jugado Guardado, Ochoa, Peralta o Vela contra
Costa Rica si al final no anotaron gol. Por ahí dicen que el fútbol no es de
merecer. Raro penal y tal vez inexistente, pero el árbitro se pudo haber
equivocado.
En los primeros minutos de la semifinal, un bofo Carlos
Vela golpeó con el codo a un panameño. Mal el panameño por estar provocando a
su rival y mal “el bofo” Vela por responder a las agresiones. Mucho más mal el
árbitro por no haber expulsado al jugador mexicano por agredir físicamente a un
rival. Pudo haberse equivocado y entre mí dije: “perdonó a Vela, qué mal
árbitro”.
No pasaron más de quince minutos cuando Luis Tejada,
delantero panameño, recargó su mano en la cara de aquel tótem de piedra gris
apodado “Maza” y de apellido Rodríguez. El hombrecillo de verde no dudó en sacar
la tarjeta roja a Tejada por lo que él consideró una agresión. El partido me
comenzó a parecer raro. Algo traía truco.
Lo más entretenido del encuentro había sido mi plato
botanero verde fosforescente repleto con papas adobadas enjugadas de limón y
aderezadas con salsa picante hasta que Torres, un imponente panameño con
peinado similar al de “Don” King, marcó el gol que puso adelante a su equipo
uno por cero.
El equipo de México no sabía ni cómo hacerle para tirar a
portería. En el minuto final del encuentro, las costillas del grandilocuente y corpulento
“Don King” Torres cayeron sobre el balón en su propia área y el árbitro marcó
penal a favor de los mexicanos. Era un claro robo a los panameños y todos en la
cancha lo sabían. Me atrevo a decir que el árbitro también lo sabía. El partido
se suspendió por la ira de los panameños que querían abandonar el campo en
forma de protesta contra la marcación arbitral que acababan de sufrir, la
cámara atrapó los vasos que la gente arrojaba hacia el campo y las
insinuaciones de pelea entre panameños y mexicanos.
La voz de una de las personas más criticadas, a veces
acertadas y otras exageradas rompió la pantalla del televisor al momento de que
se dio cuenta de la preferencia que tiene México en esta Copa Oro para que al
torneo le vaya bien en taquilla; dijo algo que me pareció muy interesante al
referirse a quienes se quieren hacer los vivos y piensan que nadie se va a dar
cuenta de sus actos de corrupción, pero que al final la gente sí se da cuenta. No
fue un mensaje para el futbol, sino para cualquier ciudadano o empresario que
día con día vive con actos de corrupción.
Hay quienes pedían que el penal fuera fallado a propósito
por Andrés Guardado. Qué va a saber Andrés Guardado de conciencia civil. Qué va
a saber cualquier futbolista de ciudadanía si todos o casi todos los
futbolistas tienen una conciencia estabulada, una conciencia de establo. Nadie
en ese mundo se puede salir del redil. Nadie en ese mundo puede sacar un
mensaje político, religioso o de humanidad porque enseguida son multados y
castigados como si el fútbol estuviera en una esfera alejada del mundo real. Con
los seguidores y la influencia que tiene el fútbol en el mundo, la mentalidad
de todo un país podría cambiar gracias a los futbolistas.
Pero qué va a saber Andrés Guardado si su propio mundo es
un establo de falsa humildad. Cómo son capaces los futbolistas de salir ante
las cámaras de televisión fingiendo humildad cuando en sus departamentos de
millones de dólares guardan autos del doble del valor de sus casas. Cómo pedirle
a un mediocre jugador de fútbol que falle un penal para que su moral
engrandezca si ni siquiera sabe lo que significa eso. Cómo ser fanático de una
persona que se golpea y pelea con otros similares como si fueran gorilas. Cómo
puede ser que esas personas sean nuestros ídolos, nuestros ejemplos a seguir si
en lo único que piensan es en ganar a costa de lo que se pueda, no importando
que la evidente corrupción esté frente a sus ojos.
Eso es lo que enseñan y para eso están mecanizados,
programados: ganar a costa de lo que sea, no importa si me chingo al otro. Cada
vez el fútbol está más lleno de analfabetas, personas con poca educación y
escasa conciencia; por eso es la parodia de la vida.
El penal fue convertido por Andrés Guardado y México pasó
a la final. Leo y pienso varios comentarios en donde la gente se siente
avergonzada por la forma en que México calificó. No sé qué tan profundo sea su análisis
para sentirse avergonzados, pero al menos hay un poco de indignación frente a
la corrupción; lo que me hace pensar que poco a poco la conciencia social y civil
entre los ciudadanos crece para convivir mejor.
Por otro lado, hay quienes se resguardan en el argumento
de que muchas veces hemos estado en el lugar de Panamá y los partidos se nos
han ido de la bolsa por errores arbitrales, y que ni Maradona ni Henry fueron
honestos al decir que anotaron un gol con la mano para ganar un Mundial o para
acceder a él. Pero porque el otro no lo hace, ¿yo no lo voy a hacer? Porque si
nadie le ayuda a cargar una bolsa de supermercado a un viejito, ¿yo no lo voy a
hacer? No se trata sólo de fútbol, se trata de un análisis más profundo de las
cosas y de la complicidad con la corrupción. Se trata de la idiosincrasia, tal
vez, de la humanidad.
Andrés Guardado tuvo todo, tuvo una gran oportunidad para
ser, no mejor futbolista de lo que ya es, sino una gran persona, respetada al
menos por mí y seguramente por muchos más alrededor del mundo. Los futbolistas,
al menos por mí, no tienen mi respeto; juegan y me entretienen, y lo agradezco,
pero para nada son mis ídolos. Debemos de mudar de ídolos; alguien con conciencia
crítica, social y civil, no monos amaestrados para patear un balón y anotar gol
a como dé lugar. Andrés Guardado lo tuvo todo, y lo dejó ir. Tuvo todo para
sentar un precedente y pasar a la historia, pero no lo hizo. Con la influencia
que tiene el futbol, qué mejor mensaje para un país como México, incluso para un
mundo, sumergido en la corrupción que uno de honestidad, rechazando ser
cómplice de cualquier acto de corrupción.
Qué lástima que nuestras figuras no sepan ni en dónde
están parados. ¡Maldita idiosincrasia del mexicano! ¡Maldito fútbol… que nos
hace ver nuestra realidad!
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