jueves, 22 de enero de 2015

Los bancos

Siempre me he sentido incómodo en aquellos lugares mafiosos y tramposos llamados bancos. La gente que lo orienta y lo recibe a uno siempre es amable, pero me preocupa que les paguen por ser amables y usar corbata. ¿A qué punto la humanidad ha llegado a estar de mal humor que se nos tiene que pagar para ser amables?

Odio sentarme a esperar mi turno para entrar en un cubículo, odio esperar el trámite de mi tarjeta, odio esperar a que un perro hable, odio esperar a un ejecutivo. ¿Qué ser distraído desea ser un “ejecutivo”? Aquellos chimpancés soberbios y descerebrados con saco y corbata que miran despectivamente a la gente. Seres despreciables. No son nada, sólo ejecutan; ejecutan órdenes de alguien más y no tienen derecho a la subversión o al idealismo porque si lo hacen, los carga la chingada. Ejecutivo: sustantivo nimio que no le hace falta a la humanidad.


La idea de ser un número de cuenta en el sistema bancario me intranquiliza. Un número más rodeado de más números que tranzan y avanzan para enriquecerse con tasas de interés. Apendejados “ejecutivillos” que creen que tienen el control cuando sólo reciben unas cuantas monedas lanzadas al suelo que altaneramente recogen con sus manitas blancas y sus mangas limpias mientras los banqueros se ríen por tenerlos como monos amaestrados para que ellos se enriquezcan cada vez más.  

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