El periodismo por naturaleza y sentido común es un ejercicio
de libertad de expresión. El ataque
contra la revista Charlie Hebdo, es un atentado no sólo a esa publicación, sino
a la libertad de expresión de cualquier ciudadano. Al parecer, en este mundo,
si el comentario de alguno puede ofender al otro, el ofendido tiene derecho a
matarlo. Tal es el caso de los normalistas, que con todo el derecho constitucional,
se dirigían a manifestarse en contra de una figura política. Es difícil no
separar ambas situaciones, pues los atentados terroristas han sido de los
peores de la historia de cada país. Doloroso que sea mejor quedarse callados y
sin mirar alrededor.
Después del atentado a la revista francesa, miles de
ciudadanos marcharon en las calles en protesta contra la violencia. La manifestación
fue encabezada por François Hollande,
presidente de Francia.
En México es inverosímil
pensar que Enrique Peña Nieto encabezara una movilización por los crímenes cometidos
en todo el país. A pesar de que el mismo gremio político ostenta intentar ser
un país de primer mundo pero que a su vez es incapaz de acercarse a los
ciudadanos.
A más de tres meses
de lo sucedido en Iguala, el Presidente Peña no ha puesto un pie en el lugar de
los hechos. Según mi lógica, la única razón por la cual no lo ha hecho es por
inepto, por miope, por desinterés, por cinismo, por puto.
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