Las celebraciones de Navidad y Año Nuevo se están
extinguiendo para mí. Recuerdo que cuando era niño, las noches del 24, antes de
salir de casa para reunirme con mi familia, preparaba sobre una mesa un vaso con
leche y galletas destinadas al siempre amable Santa Claus. Recuerdo, en casa de
mi tía, la mesa totalmente ocupada por comida decembrina y todos los asientos
habitados por familiares. No olvido aquellas charlas que nunca entendía de qué
trataban y que duraban gran parte de la noche. De vuelta a casa, la emoción
contenida durante toda la cena y la sobremesa, se descargaba al ver los juguetes
que el místico gordo me había acomodado debajo del árbol. La exaltación regresaba
cuando el vaso con leche estaba vacío y sólo sobraban algunas migajas de las
galletas; Santa Claus había estado en mi casa un año más. En Año Nuevo la cena cada
vez cambiaba de locación, a diferencia de la Nochebuena que siempre se celebraba
en el mismo lugar; otra variación es que
esa noche no había regalos, sólo abrazos y uvas.
Desde hace algunos años en las cenas de diciembre sólo
nos sentamos a la mesa mi madre, mi padre y
yo. Cenas tradicionales, en un ambiente personal e íntimo. Como siempre
digo, afortunada o desafortunadamente me desembaracé de la familia por diversas
situaciones que tú, lector, al menos hoy, no tienes derecho a saber, y durante todo
el año no cargo con ese lastre ni con los compromisos que conlleva, únicamente
la ausencia de ese concepto (familia) me causa melancolía dos noches al año. Al
finalizar las cenas, siempre llego a la misma conclusión; estoy con mi verdadera
familia, no necesito más gente en mi mesa, estoy con los que quiero estar.
No sé cuántas Navidades y Años Nuevos los siga celebrando
con la compañía que hoy tengo. Estas fechas poco a poco, para mí, se van extinguiendo.
Hoy no les doy el mismo significado que en aquella no tan lejana niñez y en un
futuro no les daré el mismo significado que hoy. Probablemente el tiempo me obligará a celebrar
diciembre en ‘cuartópolis’ (citando a un escritor), pues no pretendo de ninguna
forma adherirme a una nueva familia que no sea la mía; mi padre y mi madre.
Espero que tú, lector, hayas disfrutado, como yo, al
máximo esas noches hoy difuntas porque somos afortunados al poder celebrarlas
con lujos que otros no tienen y además, porque el otro año no sabemos si
vuelvan a ser, por lo menos, similares. Salud.
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